El reloj cósmico de Kepler

“El mecanismo de los cielos es como un reloj. Toda esa variedad de movimientos procede de una única fuerza, del mismo modo en que, en un reloj, todos los movimientos proceden de un único péndulo” . Johannes Kepler.
En la concepción premoderna del cosmos el universo estaba compuesto por una sucesión de esferas de cristal concéntricas y perfectas, con la Tierra en el centro. Este sistema geocéntrico debía más al misticismo que a la astronomía, y asumía una especie de correspondencia mística entre las diversas esferas, gobernadas por leyes misteriosas y por fuerzas invisibles. Para “rescatar” la naturaleza perfecta de las esferas se necesitaban complejas contorsiones matemáticas que hicieran coincidir esta teoría con los movimientos de los cuerpos celestes que se observaban realmente en el cielo nocturno.
El Sistema Solar
En los siglos XVI y XVII Nicolás Copérnico (1473-1543) y Johannes Kepler (1571-1630) estudiaron los datos y propusieron un sistema heliocéntrico, más sencillo y elegante, en el que el Sol ocupaba el centro y los planetas orbitaban a su alrededor. Lo más revolucionario de este enfoque era que explicaba el movimiento planetario a partir de leyes sencillas, formuladas por medio de las matemáticas y universales (que servían, en otras palabras, para todos los cuerpos celestes). El cosmos tenía la elegancia y la belleza de un reloj, una enorme máquina de ruedas y engranajes celestiales. Aún más : Kepler sospechaba (aunque no pudo demostrarlo) que su reloj celestial se movía gracias a una única fuerza, del mismo modo que los relojes de péndulo funcionan mediante el balanceo de su peso. A Newton le quedó la tarea de demostrar que esa fuerza era la gravedad.
Fuente: 100 analogías científicas. Joel Levy. Librero