Solsticio de verano


La noche del 21 de junio es como siempre la noche más corta del año. El solsticio de verano marca el comienzo del verano, que este año arranca a las 18.38. Durará 93 días y 15 horas, y terminará el 23 de septiembre, jornada que marcará el comienzo del otoño. ¿Y por qué es la noche más corta del año?. Porque la Tierra presenta la mayor inclinación del polo norte hacia el Sol y este astro, durante varios días, alcanza su altura máxima al mediodía. Es a esta circunstancia a la que se denomina solsticio («Sol quieto») de verano.

Este momento ha sido motivo de celebración casi desde el inicio de la humanidad y en su mayor parte va asociado a creencias paganas. Sin embargo, la religión en cierto modo se apoderó de estas fechas. Así, el solsticio de verano se vincula con el día de San Juan, y el de invierno con el nacimiento de Jesús. Y curiosamente son los únicos nacimientos que son motivo de fiesta, pues para el resto del santoral solo se recuerdan los fallecimientos.
El solsticio de verano ha estado más estrechamente relacionado con el mundo místico, de hadas, duendes y seres sobrenaturales. Una de las celebraciones más famosas del solsticio de verano es la que tiene lugar cada año en Stonehenge, donde el año pasado llegaron a reunirse más de 36.000 personas para recibir el verano en la llanura de Salisbury.
El término solsticio deriva de la unión de dos palabras latinas sol (sol) y sistere (permanecer quieto). Durante unas horas parecerá que el Sol se detiene en el cielo y cuando se ponga llegará la noche más corta del año que dará lugar al solsticio de verano. Y a partir de ahí los días irán acortándose.
El hemisferio norte del planeta celebrará este 21 de junio el solsticio de verano, mientras que en el hemisferio sur se festejará el de invierno, y en ambas partes del planeta el fuego suele ser el hilo conductor de las celebraciones.
En España, el solsticio de verano está asociado a la noche de San Juan. Una noche mágica donde millones de hogueras se encienden en las calles, plazas y playas del país para dar la bienvenida al verano.
El solsticio de verano en Noruega, con apenas hora y media de oscuridad por la noche, se encienden grandes fogatas en la penumbra solar y se narran cuentos de troles para celebrar el Jonsok. Suecia también tiene su particular forma de festejar el solsticio de verano con tres días de fiesta desde el 21 de junio. Se engalana con flores el mástil de San Juan, que una vez completo, se alza para que todos puedan contemplarlo. En la capital de Puerto Rico, San Juan, sus habitantes se tiran siete veces al mar, de espaldas, a las doce de la noche como un rito para alejar la mala suerte de sus vidas.
Aunque sin duda, uno de los festejos que más llama la atención en el solsticio es el que se lleva a cabo en Paraguay donde se juega a la pelota tatá. Se impregna una bola de trapo con combustible, se le prende fuego y la gente la aleja a golpes por una plaza.
Los solsticios son días muy especiales por su relación con el Sol, hasta el punto que la mayor parte de las civilizaciones lo consideraban motivo de celebración. Un festejo que todavía sigue vivo en nuestros días.
El conjunto megalítico de Stonehenge, situado en el suroeste de Inglaterra, congrega cada año a más de 20.000 personas para celebrar el solsticio de verano. Durante cinco milenios, y en su época de más esplendor, Stonehenge fue utilizado para variedad de ceremonias religiosas y, desde hace varias décadas es tradición en Inglaterra acudir a este complejo para celebrar la llegada del verano. Es solo durante el solsticio cuando se permite el acceso al anillo que forman las piedras a los asistentes a la fiesta.
El monumento prehistórico que preside Stonehenge fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1986. Es un semicírculo y, ni arqueólogos ni historiadores han conseguido confirmar si en algún momento se trató de un círculo perfecto.



FUENTE: La Voz de Galicia