Lluvia de estrellas Leónidas 2018

radiante de las Leónidas

La famosa lluvia de estrellas de las Leónidas está al llegar. El máximo de su actividad está previsto para la noche del 17 al 18 de noviembre, cuando se espera un número similar a 100 meteoros por hora. No obstante, el 17 de noviembre coincide exactamente con la Luna creciente en un 63%, por lo que la visión del máximo será muy difícil.

La lluvia dura entre el 6 y el 30 del mismo mes, con mayor intensidad del 10 al 21 y durante estos días se podrán observar unos 20 meteoros por hora, por lo que es conveniente observarla en su inicio y en su final, evitando así la luz de la Luna. En cualquier caso, este tipo de lluvia de meteoros o de estrellas fugaces siempre es sorpresiva y puede durar más tiempo del esperado. Los meteoros suelen ser de color rojo, aunque las estelas que dejan en el firmamento y que pueden perdurar durante segundos o más de un minuto, pueden ser de color verde. Viajan a 71 km/s.


El radiante, o el lugar de dónde parecen partir las estrellas fugaces, se localiza en la constelación de Leo. Esta constelación comienza a salir sobre el horizonte sobre la 1 de la madrugada a primeros de noviembre y sobre las 23 h a finales de mes. El planeta Marte, una estrella brillante de color rojo, permanecerá bajo esta constelación por lo menos hasta mediados del mes de noviembre.
Las lluvias de estrellas fugaces, de las que se conocen más de 140 al cabo del año, son en realidad pequeños fragmentos (rocas y hielo) que entran en nuestra atmósfera de cuerpos estelares procedentes en su mayoría de los denominados cometas.



Los cometas, que son rocas envueltas en hielo, de muy diversas medidas, que van desde pocos cientos de metros de diámetro hasta varias decenas de kilómetros, en sus aproximaciones al Sol, e incluso cuando rebasan la órbita de Júpiter y se dirigen hacia el Sistema Solar interior pasando por Marte, la Tierra, Venus y Mercurio, se desprenden de pequeños trozos de hielo y pequeñas rocas de su superficie, debido al calor que empiezan a recibir del Sol, provocando una enorme cola de gas u polvo de millones de km de longitud. El hielo de su superficie se sublima y esto provoca reacciones y transformaciones en el cometa, en ocasiones incluso llegan los cometas a fragmentarse por completo y desaparecer con el tiempo.

Todas estas partículas, en su mayoría, diminutas, quedan flotando en el espacio coincidiendo con la órbita del cometa, y son de muy diversos tamaños, es decir, se va ensuciando de esta materia “la carretera” (órbita) por la que pasa el cometa. Si la Tierra en su órbita alrededor del Sol, atraviesa esa “carretera”, comienza el espectáculo.

Lo curioso de la Leónidas es que los restos que deja el cometa Tempel-Tuttle 1866 I y que atraviesa la Tierra el 17 de noviembre, no están distribuidos en la órbita de forma uniforme. Si así fuera, todos los años podríamos contar más o menos con el mismo número de estrellas fugaces por hora, pero esto es lo mejor. Hay años en los que la Tierra atraviesa los restos de este cometa y se encuentra con las partículas mayores y si además el número es más abundante, nos encontramos con una verdadera “lluvia de fuegos artificiales”, que llamamos tormentas meteóricas. Por ello, los estudiosos del cielo no dejan de mirarlo el 17 de noviembre de cada año.


Pero las esperadas tormentas meteóricas posteriores a 1866 y hasta 1933 no fueron para muchos lo que se esperaba. Algo había cambiado. Tengamos en cuenta, que los cometas son cuerpos menores del Sistema Solar, y con frecuencia y debido a la gravedad de los planetas dominantes como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, son desviados de sus órbitas iniciales para conseguir otras trayectorias. Nuestro cometa pasa por las órbitas de los tres primeros planetas señalados, y el enjambre principal de los restos del cometa Tempel-Tuttle, fue desviado a más de tres millones de km de la Tierra, por lo que ahora, nuestro planeta en su movimiento alrededor del Sol, no coincidía con el enjambre principal, sino con los restos de partículas dejadas por el cometa que eran normales en número y tamaño, por eso las lluvias de 1899 y 1933 fueron también normales, aunque dentro de la normalidad, la de 1933 fue en cierta medida intensa, contándose hasta 200 meteoros por hora.
Por aquella modificación y debido a la atracción gravitatoria planetaria,ya no es fácil predecir el futuro de la lluvia de las Leónidas.

De hecho, el cometa, según Leverrier, tenía en un principio una órbita parabólica, pero un sobrevuelo por las proximidades de Urano cerró dicha órbita, en el año 126, haciendo que el cometa se paseara por las órbitas de Urano y la Tierra de forma incansable, provocando la lluvia de las Leónidas.


Fuente: Miguel Gilarte Fernández, director del Observatorio Astronómico de Almadén de la Plata en Sevilla y presidente de la Asociación Astronómica de España.