Astronomía y navegación. Magallanes - Elcano, Primera vuelta al mundo.

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La astronomía jugó un papel fundamental en las primeras travesías en mar abierto. Al principio, se utilizaba la costa como punto de referencia, pero cuanto más se alejaban de tierra firme, más necesario era buscar otra guía que les marcará el rumbo. Tal vez, la más conocida sea la estrella Polar para situar el norte.

Los marinos de la época conocían las constelaciones y las usaban como plano para ubicarse en la inmensidad del océano. El problema para la expedición Magallanes llegó al adentrarse en el hemisferio sur: el cielo era distinto y desconocido para ellos, por lo que se dificultaba enormemente  la navegación.


Los entendidos en la navegación astronómica estaban alarmados ante lo que observaban, pues no eran capaces de ligar el progreso de la expedición a los datos existentes.

Los navegantes conseguían guiar sus embarcaciones por los cuerpos celestes. Los puntos por donde salía y se ponía el Sol señalaban el este y el oeste, respectivamente. Al alba, observaban cuánto había variado el astro rey comparándolo con las estrellas a punto de ocultarse. De noche tomaban como referencia la Estrella Polar que esta situada casi en el mismo polo norte. Y la cruz del Sur,
constelación ubicada en el extremo opuesto, les ayudaba a localizar el polo Sur. Los rumbos de las estrellas eran más fáciles de utilizar en los trópicos que en las latitudes superiores.

Las cartas de navegación, relojes de arena, brújulas, compases de puntear cartas, cuadrantes y astrolabios. Todos estos instrumentos están documentados oficialmente que se usaron en la expedición de Fernando de Magallanes en la primera vuelta al mundo.
Cuando las condiciones meteorológicas permiten ver el sol a mediodía se toma su altura sobre el horizonte para  con esté dato y la declinación determinar su latitud.
La latitud es una de las dos coordenadas necesarias para identificar un punto sobre la superficie terrestre. Corresponde a la separación respecto al ecuador, siendo positiva si es al Norte, y negativa si es al Sur, y se mide en grados sexagesimales, es decir, que en el ecuador es cero, en el polo Norte 90º y -90º en el polo Sur.

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Para medir la altura del sol a mediodía sobre el horizonte se utilizaba un instrumento muy sencillo llamado cuadrante, innovador a estas alturas del s. XVI, que consiste básicamente en un arco graduado de 90 grados, de cuyo centro cuelga una plomada. Si apuntamos hacia el sol el lateral del arco en 90 grados, la lectura sobre el hilo de la plomada nos indicará el ángulo de su altura sobre el horizonte.
La declinación es el ángulo comprendido entre el Sol del mediodía y el ecuador. Entre el Sol y el ecuador y no entre el Sol y el horizonte. Para ello, los pilotos portaban unas tablas donde se indicaban la declinación diaria del Sol.
Desde el Hemisferio Norte, la declinación deberemos sumarla entre los equinoccios de primavera y otoño, y restarla entre otoño y primavera según la fórmula Latitud = 90º + Declinación - Altura sobre el Horizonte. En el Hemisferio Sur se invertirá el signo de la declinación.


Por ejemplo: " 28 de abril de 1522. Tomé el Sol en 36º, tenia de declinación 17º, vino a ser la altura 37º escasos"
Latitud = 90º + (-17º) - 36º = 37º de latitud Sur.

En ese tiempo no se conocía ningún método para establecer la otra de las coordenadas, la longitud, que nos indicaría la posición en sentido Este - Oeste, de modo que los marineros la debían de estimar con la ayuda del rumbo seguido y la distancia recorrida. El rumbo lo conocían gracias a la brújula, mientras que para hallar las distancia recorrida utilizaban la rudimentaria corredera junto con el reloj de arena.
Unos de los instrumentos más utilizado para conocer la latitud durante la travesía mediante la altura de meridiano del Sol o de una estrella de declinación conocida fue el astrolabio.  Inventado por los griegos, pero se perdió en Europa hasta que fue introducido de nuevo en la Península Ibérica por los árabes en el siglo XI.
Fernando de Magallanes y sus compañeros de viaje se dieron cuenta en 1520, durante su travesía por los Mares del Sur, de que algunas estrellas conocidas desaparecían del cielo tras ellos bajo el horizonte norte y otras nuevas surgían ante sus ojos a medida que se desplazaban hacia latitudes meridionales. Para su sorpresa, el firmamento austral no sólo albergaba constelaciones desconocidas hasta entonces en Europa, sino que, además, poseía una mayor riqueza estelar que el cielo que habitualmente se observaba desde España y Portugal. Constataron que  al sur del ecuador terrestre se ven estrellas y objetos celestes invisibles desde las latitudes europeas. Por eso, como ya sabemos actualmente, desde los países boreales no es posible contemplar constelaciones como la Cruz del Sur y desde el sur de América el horizonte impide ver la Osa Mayor.

Las Nubes de Magallanes coronan en esta imagen las cúpulas del Observatorio Europeo del Sur (ESO) en La Silla (Chile). (Foto: ESO/Y. Beletsky)


Sin duda, lo que más llamó la atención en el cielo a la expedición de Magallanes fueron dos extrañas nubes que destacaban poderosamente en el cielo sur junto al trazo blanquecino de la Vía Láctea. Esos dos cuerpos celestes se conocen universalmente en la actualidad como las Nubes de Magallanes, en honor del marinero portugués.

Fuentes: www.rutaelcano.com
www.estrellasyborrascas.com